El mundo está atravesando una profunda transformación desde todo punto de vista: medioambiental, social, económico, científico, tecnológico y espiritual. Ahora bien, ¿cómo podemos acompañar este cambio y darle sentido? ¿Cómo queremos vivir personal y colectivamente?

En esta serie de entrevistas, exploraré con cuatro mujeres extraordinarias este viaje iniciático hacia lo sagrado a través de la danza, del movimiento y de la sanación de la energía femenina: Yumma Mudra a partir de la coresofía; Audrey, de la biodanza; Alina, del baile oriental y Lara a través de la euritmia. Cuatro destinos fascinantes e inspiradores, cuatro lenguajes artísticos, cuatro pasiones resilientes, cuatro encarnaciones de la energía femenina y de los valores venusinos (belleza, armonía, conocimiento, magia, música, etc.) que nos invitan a celebrar la vida bailando, a conectarnos con lo sagrado para fomentar el amor y la unión –en nosotros y con el Todo–.

Veremos cómo cada una de estas diferentes danzas es una manera lúdica y profunda de expresar su individualidad y, sobre todo, lo que simboliza este «lenguaje» para cada una de ellas. Resaltaremos la necesidad de volver a la inteligencia y a la sabiduría del cuerpo como punto de partida de una transformación interior.

Que sea contemplada como una mera actividad física o para aliviar el estrés u otras patologías, o como una herramienta de auto-conocimiento y de concienciación, o una forma de meditación, etc., la danza siempre abarca distintos niveles: artístico, social, cultural, religioso y espiritual, político, sagrado y trascendental. Al poseer innegables virtudes sanadoras y al ser una eficiente herramienta holística, los beneficios de la danza son indiscutibles. De hecho existe una corriente específica de danza-terapia cuyo objetivo es sanar gracias al movimiento, la actividad física y la creación artística, al tiempo que fomenta la integración de los procesos cognitivos, corporales y emocionales de la persona.

Habitar el cuerpo no es una tarea fácil, confortable ni asequible para todos. Supone encontrar un camino propio para cuidarlo y crear una disciplina personalizada para regular la energía. Se trata de un verdadero acto de amor hacia uno mismo, una aceptación de todo nuestro ser. Esta aceptación radica en el auto-conocimiento, el discernimiento de nuestras fortalezas y de nuestros límites. Habitar el cuerpo es reconocer su sabiduría y su inteligencia, más fiables que la de la mente o las emociones. Habitar el cuerpo -nuestro templo- implica, sobre todo, entender que estamos ante un vehículo para traducir algo más grande que nosotros. ¿Podríamos decir que el objetivo último de la danza sería espiritualizar la materia y permitir la expresión del alma a través de este «vehículo» que hemos ido desdeñando a lo largo de los últimos siglos, visión heredada del ideal de cuerpo-máquina de Descartes 1 ?

Al igual que la vida, la danza es ritmo, movimiento, transformación y renacimiento. Nos invita al desapego para recorrer el camino que parte de la superación personal hacia la trascendencia, creando sentido y ofreciendo nuestra piedra al edificio colectivo. Cada uno de nosotros está aquí para entender su propio ritmo, equilibrar lo que está desbalanceado y expresar su esencia única e irrepetible. A la vez experiencia individual y experiencia colectiva, la danza nos lleva a descubrirnos, explorarnos y adueñarnos de nosotros mismos para abolir los límites que nos separan de este Todo y hacer del universo nuestra morada interior.

Al estar vinculada con el mundo del misterio, de la magia y de las emociones, la danza, esencialmente, expresa la energía femenina. Quizá, por ese motivo, más mujeres se lanzan a esta aventura sensorial y espiritual conectada con lo femenino sagrado que está simbolizado por la naturaleza y basado en la ética, la ecología y la hermandad. Se trata ahora de favorecer la reconexión de cada ser humano con su energía femenina para que ésta, reprimida desde hace mucho tiempo, pueda volver a Ser, expresarse y desempeñar su rol reequilibrando las fuerzas. Es lo que permitirá luego manifestar una esencia no-dual y la verdadera naturaleza de nuestro espíritu.

Tal y como lo explica Joan Shinoda Bolen 2, esta cosmovisión sagrada nos remite a la mitología matriarcal que existió antes del surgimiento del concepto de religión (masculina) en la Vieja Europa: una Gran Diosa 3 símbolo de la naturaleza, fertilidad, abundancia, paz, creación (y destrucción), destronada progresivamente por las religiones hebrea, católica y musulmana que marcaron el advenimiento del modelo patriarcal y la desaparición de los derechos de las mujeres. El trabajo de Joan Shinoda Bolen y de otras neo-junguianas a partir de los años setenta sacó a la luz este arquetipo de las entrañas del inconsciente personal y colectivo para ayudar a la mujer a salir de los límites impuestos por el paradigma patriarcal y retomar el poder a partir de su libertad, su cuerpo y su conciencia.

Este despertar de la energía femenina se está produciendo, por primera vez, de forma global y colectiva pero requiere una toma de conciencia individual para transformar todas las creencias y estructuras establecidas hasta ahora, en el seno de la familia y a nivel de la sociedad. El replanteamiento de la energía femenina implica un reposicionamiento de las mujeres en sus propias vidas, una (re-)conexión pura con su esencia a través de la energía femenina para librarse de las trabas y condicionamientos, una exploración interior para lograr la unidad. No significa verter en lo opuesto y convertirse en una feminista excluyente sino ser capaz de conectar con sus propios deseos y de expresar su voz con mucha conciencia. Y las circunstancias actuales, las que están tumbando las viejas estructuras, constituyen una increíble oportunidad para llevar a cabo esta transformación.

Empezaremos este recorrido iniciático y artístico con Yumma Mudra. Hija del escultor húngaro Laszlo Szaboy bailarina desde los tres años, se incorporó al Ballet Ruso Irina Grjebina a la edad de doce años. Trabajó como top model y después de esta exposición mediática intensa se dedicó al estudio del budismo (iniciado durante su adolescencia). Realizó diversos retiros y viajó. Fundó la escuela Danza Duende Network en 2004, una escuela de «filosofía por la danza». Resume su vocación a través de un término, la Coresofía, que define como una vía de sabiduría por la experiencia interior del gesto. Un enfoque basado también en la búsqueda personal del Arte como modo de vida. En 2012, publica su autobiografía, La voie qui danse (Ed. François Bourin), en el que describe su modo de vida entre práctica del Budismo y de la Coresofía. En el budismo, las dakinis 4, «las que atraviesan el espacio» o «las bailarinas del cielo», son potentes principios de sabiduría que se manifiestan para ayudar a los seres. La danza nos permite reconectarnos con este principio primordial, con la verdadera naturaleza de nuestro espíritu y reconocer su papel esencial en la realización del bien de todos.

¿Cómo y cuándo nació su pasión por la danza?

Tenía tres años y vivía en Estados Unidos. Mi madre me llevaba desde bebé a espectáculos, conciertos y al cine. Después de ver a Margot Fonteyn bailar con Noureev, en «Romeo y Julieta», decidí ser bailarina. Mi madre aceptó y me apuntó en una escuela de danza para «Tap Dance» y Ballet. A los ocho años entré en una escuela de Ballet Russe en París para danza Carácter y Ballet. El «Ballet Russe Irina Grjebina» me contrató como solista profesional a los trece años. Más tarde, empecé a cuestionar el mundo profesional del arte y me dediqué durante muchos años a la búsqueda de un camino intemporal de realización metafísica a través de la danza.

¿Cómo definiría la(s) danza(s) a la(s) que se dedica?

Se puede resumir en una sola palabra: la Coresofía, la devoción hacia la sabiduría gracias al acto de bailar. Se trata de una metodología liberada de una forma estética predefinida sin rechazar, por tanto, el potencial técnico que implica estudiar, enriquecer e invertir los gestos. Así un vocabulario personal -que uno tiene que procrear, parir para el mundo- podrá manifestar la esencia humana del ser intemporal y tomará formas distintas, al infinito, sin jamás dejarse encerrar en pautas culturales y conceptuales.

¿Por qué la elección del término duende para su proyecto?

Los gitanos dicen que alguien «tiene duende» cuando impresiona al público por la expresividad de su arte gracias a la intensidad de su presencia a la hora de cantar, tocar o bailar. El poeta Federico García Lorca contribuyó en gran medida a hacer famoso el término con su texto Juego y teoría del duende, escrito para una conferencia en 1930. Antes de ser asesinado por la policía franquista, era muy cercano al pueblo gitano.

Hoy en día, es un término conocido en los círculos flamencos -pero no solo- aunque a veces se omite reconocer el origen gitano de la expresión. Los gitanos han influido profundamente en la expresión del flamenco en España: tras ser perseguidos por los Reyes Católicos, se vieron forzados a sedentarizarse y tuvieron que encontrar su lugar en el seno de la sociedad. El flamenco se convirtió en uno de los pilares de la vida de numerosas familias gitanas y el término duende se ha ido extendiendo poco a poco. En el flamenco es una catarsis, la transformación del sufrimiento en una celebración. Habitualmente es realizada por una o un solista cuyo arte va más allá de la técnica y gracias al cual lleva al público al recinto de su vida interior. Lo que es imposible de explicar, es la potencia con la que el duende logra compartir, entre todos, la esencia misma de las individualidades. Es una trascendencia de la dualidad de las percepciones que se vuelve directamente palpable, pero que escapa de la razón.

Me gusta este término porque expresa directamente un fenómeno inexplicable que no se puede encerrar en una definición o un método: o tienes duende o no lo tienes. Desde pequeña siempre, he tratado de entender por qué algunas de mis compañeras eran expresivas, presentes o «líricas» como solía comentarlo Irina Grjebina, la gran Maestra que me formó en danza clásica y de carácter 5. Observaba a los bailarines que tenían habilidades técnicas pero que permanecían frías y bailaban sin alma. Y me preguntaba por qué. ¿Cómo lograr abrir su corazón para que brille? Esta es una de las preguntas que ha acompañado mi crecimiento como artista pero también en la vida cotidiana: ¿por qué tendríamos el duende en el escenario y no el resto del tiempo?

En muchas sociedades tradicionales, encontramos conceptos similares. El equivalente sería tarab en árabe, kami en japonés, drala en tibetano o mana para los maoríes, etc.

Para mí el duende se ha convertido tanto en la motivación como en el destino del proceso de la danza. Sin duende, el ritual no cumple su función de sanación, de inspiración, de regeneración. Pero el duende es, en realidad, un fenómeno energético que es natural cuando la persona en acción, que cataliza esta fuerza, no se resiste al don integral de sí mismo. Es un don más allá de la muerte, es un compromiso incondicional que atrae y manifiesta el duende. En realidad, se magnetizan las energías de los elementos, las energías de fuego, agua, aire y tierra y, sobre todo, de la quintaesencia. Por eso este fenómeno no pertenece al artista sino al propio funcionamiento de la naturaleza. Pero es el artista el que atrae o no al duende. Y eso es lo que motivó el nombre Danza Duende para la creación de nuestra red. Hemos procurado comprender y desarrollar el trabajo al revés. Como el Duende no es de nadie, siempre es posible. Entonces, el proceso consiste principalmente en dejar de lado las cosas innecesarias en lugar de tratar de controlar la presencia. Me interesé luego por este fenómeno en relación con la alquimia del sufrimiento humano.

La repetición del gesto es esencial en la danza. Paradójicamente, ¿es esta repetición la que concede una libertad de expresión única e irrepetible?

La repetición del gesto es fundamental para el desarrollo de cualquier técnica corporal, ya sea conducir un vehículo, caminar para un niño o dibujar para un artista. Y en la danza es fundamental para crear un vocabulario personal que permita moverse con naturalidad en la expresión creativa o en una coreografía.

En mi opinión, la libertad de expresión única e irrepetible no se basa en la repetición del gesto en sí mismo, sino en el estado de ánimo que acompaña la repetición del gesto. A fuerza de involucrar la mente en el gesto, una y otra vez, el cuerpo acaba inscribiendo el recuerdo de este compromiso. Lo contrario también es cierto: repetir un gesto mientras te miras en un espejo inducirá el hábito de «verte» físicamente al revés, de frente y de manera plana. Construimos y fijamos una imagen de nosotros vista por el otro. Sin embargo, el espejo es un instrumento mágico que guarda el secreto de su potencia. Enseña a «ver» todo el espacio sin fijarse en la forma y a relajar la mirada.

Pero la gente ha olvidado sus propios ojos, orejas, piel, gusto, olor y esqueleto. Bailamos para «mostrar» la imagen del espejo. De modo que el volumen y la sabiduría permanecen ocultos debido a los hábitos de percepción limitados y a un hábito de ilusión óptica. Lo mismo ocurre con el sonido respecto al silencio.

En conclusión, podemos bailar con una magnífica técnica desprovista de libertad y expresión. Pero también podemos carecer de técnica y expresar una presencia auténtica y poderosa. Asociar, con sencillez, la repetición con la presencia consciente contribuirá a dar singularidad a la expresión que uno ha elegido manifestar. La calidad de esta expresividad dependerá, por supuesto, de la intensidad del compromiso del artista con cada detalle de la acción. Tenemos que bailar como si estuviéramos viviendo el último segundo, como si acabáramos de nacer en cada momento del baile. Es muy simple, pero algunas personas se han acostumbrado a huir de la verdad de la vida y la muerte.

¿Cómo le ha acompañado la danza a lo largo de su vida?

Como mi camino. Es mi forma de comunicar con el mundo mágico, de volver a la inocencia. Es mi forma de prepararme para la muerte; es mi valentía, mi locura, mi respiración y mi canto; es mi oración, mi devoción, mi salud. Es mi forma de conocerme a mí misma, de estudiar el mundo, de nutrir humildad y generosidad. Y finalmente, es mi forma de transformar el sufrimiento y de celebrar la bondad intrínseca de los seres humanos.

Suelo decir: «Eso que no entiendes, tienes que bailarlo.» Esto es la clave del misterio. Entender que hay muchas maneras de percibir el mundo, pero todas ellas coinciden en la experiencia de danzar.

Estas maneras de percibir el alma del mundo están vinculadas con lo femenino… ¿Cómo conectarse con esta energía femenina?

Más allá de conectarse con lo femenino se trata de entender la no dualidad de la danza, en la danza y con tu cuerpo. Cada cuerpo es diferente y por eso la experiencia de bailar y la percepción dependen de cada cuerpo. No hay ninguna fórmula universal válida para todos. Queremos definirlo todo con fórmulas y explicaciones sin entender que se trata de abandonar capas y creencias más que de construir sistemas.

Para entrar en la sensación pura, sin estropear tu inocencia, necesitas buenas circunstancias, buena compañía y buenas indicaciones técnicas. El cuerpo femenino puede absorber, acoger casi todo y puede «tocar» todo tipo de manifestación.

Definir la esencia femenina sería ir en contra de su naturaleza porque no se deja encerrar en un discurso racional.

Yo no quiero participar de esta conceptualización de lo femenino como lo hemos hecho con tantas otras cosas. Nacimos todos con un potencial de sensibilidad que nos permite ser «uno» con la vida, con cada elemento del todo, pero no pasará jamás por un concepto. Es un proceso que consiste en desnudar la conciencia.

En un cuerpo hay memorias. Es decir, en tu cuerpo están presentes todos los seres desde siempre, aquí y ahora. Esta capacidad de sentirse «yo» y de sentirse «todos» al mismo tiempo es más fácil para un organismo femenino.

Ahora, si la mujer se deja impresionar o asustar por este poder intrínseco, o si quiere hacerse dueña de ello, entonces pierde automáticamente el vínculo con la magia del amor. Reclamar amor perjudica el amor. Hay que ser, no se trata de hacer. Pero la danza ofrece la ilusión de una acción aunque sea el acto auténtico del ser en una manifestación irrepetible.

¿Qué vínculo tiene la mujer con este principio femenino?

La mujer tiene naturalmente una conexión tremenda con la energía de los elementos, por eso tiene la regla cada mes. Puede y necesita aprender a tener conocimiento y control sobre sus hormonas para ir más allá de su condición femenina y manifestar una condición absoluta que trasciende la «persona», la máscara social. Para lograrlo, tiene que expresar su sexo femenino con sutileza, llena de confianza en la estabilidad de su verticalidad. La columna vertebral es flexible pero tiene que tener fuerza de erección, como la metáfora del falo. Todo eso lo he ido descubriendo en mi propio cuerpo danzando muchas horas, no lo he aprendido en un libro.

¿La danza constituye una forma para integrar nuestras polaridades (lo que Carl G. Jung denomina «matrimonio interior» o «boda alquímica») y trascender la dualidad para volver a la unidad?

Hay un «hombre» dentro del cuerpo de una mujer y viceversa. La columna es el centro, vincula todas las partes del cuerpo, es la carretera del sistema nervioso. Necesita vigor, erección, fuerza para que las vértebras respiren sin aplastarse entre sí porque nosotros no caminamos a cuatro patas. La postura vertical es complicada de mantener a lo largo de la vida. Además, la energía sexual debe de circular para inyectar energía en esta postura de pie. Son hechos físicos simples pero muy profundos.

Lo masculino vive dentro del cuerpo de la mujer, siempre. Tiene que descubrir y honrar su «falo» energético. Entonces tendrá fuerza para ser auténtica sin ahogarse en una fascinación narcisista. También tendrá fuerza para absorber sus heridas sin perder la belleza de su alma.

La mujer puede guiar a los demás de forma amorosa y puede aportar al cuerpo masculino alivio. Así, el hombre siente que no necesita ser la columna central de la mujer porque ella ya es completa. Pero todo eso no debería ser conceptual.

Nuestro cuerpo radica en este principio de polaridad: izquierda-derecha, arriba-abajo, delante-detrás, etc. No hay dualidad entre ellos y se complementan: la danza necesita que haya fuerza de colaboración entre todos. Así, cuanto más femenina eres más potente es lo masculino escondido dentro de ti. No es filosófico, no es teórico, es real, es físico y energético.

Según usted, ¿cómo es percibida esta energía femenina por los hombres?

Para los hombres, es un reto sensible y un peligro. Da vértigo penetrar en mundos femeninos que no conocen, que no entienden y que obedecen a leyes inestables. Además, si un hombre se arriesga a manifestar su vulnerabilidad, eso va en contra de la estructura moral de las culturas abrahámicas.

A raíz de mi experiencia, observo que los chicos y los hombres se sienten naturalmente atraídos por la danza pero la cultura predominante (occidental) les ha condicionado para que nutran el miedo hacia su propia sensibilidad y su propia sombra. Por eso, algunos prefieren beber cerveza delante de un partido de fútbol y esconder sus heridas maternas detrás de una gran barriga.

Pero esto va a cambiar muy rápidamente ahora aunque la propaganda de la pandemia haya categorizado el acto de danzar como un bien «no esencial» y que el caos lo esté revolviendo y mezclando todo de manera cacofónica.

La danza, el arte y, de manera general, la cultura han sido considerados como no esenciales desde el inicio de la crisis. ¿Cómo salir de esta circunstancia que sólo propone una vida reducida a lo útil?

Por desgracia, es un proceso global de degradación. Hemos de invertir totalmente el paradigma del pensamiento que nos aprisiona y nos hace percibir el mundo de manera errónea. Esto pasa evidentemente por la educación de los niños. En la actualidad nos encontramos en un callejón sin salida que desemboca en un abismo. Saldremos de ello de una forma u otra: saltando al vacío, despertando o a través de ambas posibilidades, todo dependerá de la fuerza interior del corazón de la humanidad.

Dejemos de correr y tomemos distancia para detener la aceleración frenética de nuestra absurda dinámica. Una proyección hacia adelante que se acelera de manera exponencial resulta ser insostenible para los organismos biológicos. Nos comportamos como si nuestra mano derecha odiara a la izquierda y viceversa. Pero esto requiere de nosotros una comprensión cualitativa de la paradoja, yendo más allá de las creencias duales del materialismo y renunciando a la acumulación excesiva de bienes materiales.

Somos nuestra propia riqueza como seres conscientes y empáticos. La manifestación es una consecuencia de nuestro estado de ser. Somos el origen de lo que experimentamos a través de quienes somos. Para confiar en nuestra propia naturaleza, debemos conocerla.

La manifestación de nuestro potencial infinito de «cualidades» se deteriora a medida que la amnesia general destruye nuestra civilización. Por esto, el arte que tanto necesitamos parece «no esencial» a las autoridades. Ésta es la consecuencia de la sofisticada inteligencia de la estupidez.

Para concluir, las circunstancias cambiarán inevitablemente después de una destrucción masiva de nuestra civilización si ésta no encuentra el «espíritu-fuente» del que brota nuestra creatividad y que nos es común a todos. Si nuestro acceso a la fuente está bloqueado, si ignoramos nuestra verdadera naturaleza interior, no podemos tomar las decisiones apropiadas para la felicidad de los seres. Cada uno de nosotros está invitado a contribuir al desarrollo de las cualidades humanas a pesar de las crecientes dificultades que nuestra ignorancia amenaza con consolidar.

¿Cómo podemos ir sanando esta energía femenina, negada y maltratada durante mucho tiempo?

Desde luego, hay que cuidar en no exagerar algo opuesto al abuso patriarcal. Sería algo semejante al objeto de crítica. No hay realmente una gran división entre las mujeres y los hombres, la hemos inventado.

Dicho esto, los hombres suelen tener miedo a la mujer por muchos motivos. La mujer por naturaleza sabe –aunque no sea consciente de ello– que su propio sexo es más fuerte, es más secreto, más protegido. Nos toca a nosotras, las mujeres, buscar de qué modo podemos ayudar a los seres humanos, animales, plantas, insectos en la tierra y los mares y los cielos. Nos incumbe insuflar amor y sabiduría en la raza humana para evitar más desastres.

Un movimiento, a nivel internacional, surgió en los años 1990 y llevó a las mujeres del mundo entero a aprender las danzas, sean orientales, africanas o maorí. Danzas antiguas donde el movimiento se inicia desde un lugar interno, desde dentro del cuerpo con la cadera y no fuera del cuerpo en los miembros, desde el ritmo del corazón y no tanto desde la cabeza.

Para mí, este movimiento global ha sido muy importante porque ha simbolizado una llamada de la naturaleza hacia una forma de sabiduría despertada por el cuerpo femenino. Como si la raza buscase, con urgencia, una sanación de toda la humanidad, antes de que el cuerpo humano sea destruido por un modo de «pensar el cuerpo» mecánico y totalmente insano. Ante los síntomas de la decadencia que estamos viviendo, la danza es reveladora de una llamada interior de la naturaleza.

¿Qué aprendizajes han adquirido las mujeres en esta sociedad caracterizada por un patriarcado fuertemente arraigado?

Diría que las mujeres conocen el mundo masculino desde hace siglos. Nosotras sabemos lo que pasa en el mundo de los hombres, sabemos imitar el cuerpo masculino, sabemos disfrazar nuestra acción como si fuéramos chicos. Pero, por norma, ellos no saben lo que ocurre en su mundo interior, desconocen mayoritariamente su polaridad femenina. Por norma cultural, les inspira pavor imitar el cuerpo femenino. Mientras para nosotras se abrió un campo gigante en la exploración del mundo masculino, para ellos se acabaron progresivamente sus privilegios en la sociedad contemporánea.

A la hora de liberar su cuerpo en una acción social activa, la mujer quiere explorarlo casi todo. No siente miedo porque tiene todo por ganar mientras los hombres pueden perderlo todo. Las mujeres han ido penetrando en «mundillos» masculinos como los Dojos de Artes marciales, las salas de deportes y de musculación, las empresas, las universidades… Es parte de la aventura de las mujeres iniciada desde el final del siglo XIX.

¿La danza atrae más a las mujeres que a los hombres?

No estoy de acuerdo. Desde hace muchos siglos en el mundo entero, la danza ha sido practicada por más hombres que mujeres ya que, en muchos casos, la mujer que bailaba era designada como liviana e incluso como prostituta. Hay muchísimos ejemplos de danzas y de teatros creados por mujeres que acabaron controlados exclusivamente por hombres y de danzas específicas reservadas para los hombres. Por ejemplo, en Egipto, los hombres se disfrazaban de mujer mientras a ellas se les prohibía bailar en los cafés; el Kabuki 6 de Japón fue creado por mujeres, pero luego fue prohibido a las mujeres; el baile Kalbelia 7 de Rajastán es bailado por travestis muchas veces; en la ópera China 8, las diosas son interpretadas por hombres; varias danzas en la India son reservadas para los hombres; las danzas tradicionales griegas son masculinas porque la mujer que baila no es considerada virtuosa; en el Tcham del Tibet 9, los monjes se visten de diosas para algunas danzas; los Giros Sufís 10 de Turquía eran más bien para los hombres, etc.

Ahora, el hombre moderno en Occidente no baila porque no se siente autorizado ni honrado por el acto de bailar, pero eso no quiere decir que la «danza no atrae» a los hombres. Quiero decir que el cuerpo masculino ha sido sacrificado por el patriarcado, al contrario de lo que parece a la hora de mostrar machismo y autoridad excesiva por parte de los hombres (el que siempre maltrata al otro es porque se maltrata a sí mismo). Asistimos a un auto-flagelo del cuerpo de los hombres hasta que la interfaz continua con las maquinas le quite la necesidad de sentir físicamente la vida.

Ahora podemos vivir virtualmente el cuerpo, como si fuéramos un avatar en un juego, pero es un cuerpo mental, no es el cuerpo terrestre.

El desarrollo neurótico de la batalla social del cuerpo masculino le proyecta hacia un objetivo que se realiza siempre en el futuro. Es un impulso mental de la energía hacia algo que jamás puede satisfacer el alma porque apunta hacia fuera de sí mismo.

¿Por qué no se enfatiza más este protagonismo masculino en la historia de las danzas?

La idea según la cual los hombres no bailan es bastante reciente y es occidental. No es una visión global del planeta y de la historia del mundo. Incluso el Ballet clásico fue instituido por hombres como el Rey Luis XIV de Francia o Marius Petipa 11 en Rusia. Mucho más tarde, con la subida de la era industrial, la danza clásica produjo chicos afeminados y homosexuales, lo que provocó un «peligro» al amenazar la virilidad de los chicos en los mundos de la danza. Este fenómeno no existía en las numerosas danzas del mundo que eran practicadas por hombres (africanos, amerindios, mongoles, chinos, japoneses, indios, rusos, aborígenes, etc.).

El fenómeno de rechazo hacia la danza por parte de los hombres es reciente y lo veo como un fenómeno de decadencia social. Poco a poco, las máquinas han ido cobrando importancia y los cuerpos se han adaptado al ritmo mecánico de estas máquinas (trabajo, transporte, comunicación). En las escuelas donde se formaban a intelectuales, los jóvenes empezaron a estar sentados durante horas seguidas y poco a poco se inventó la figura del intelectual con gafas que afirma: «yo no puedo bailar». Luego, inventamos la figura del hombre científico o filósofo, o político, que asoció su estatuto social con la vergüenza de exponer su incapacidad física de moverse en el espacio; consecuencia de una educación que le dio toda la importancia al hemisferio izquierdo del cerebro. Pero esta supuesta incapacidad de los hombres para la danza casi no existía antes de las dos guerras mundiales. Había bailes en los pueblos así como en las reuniones mundanas de la aristocracia. Los hombres bailaban por varios motivos y, muchas veces, con el motivo de seducir a las mujeres. Porque a las mujeres les gustaban los hombres que bailaban bien. Y porque era la forma de encontrar una pareja antiguamente.

¿Esta desconexión con el cuerpo es ineluctable?

A pesar de toda la presión social para mecanizar el cuerpo humano, la mujer sigue pariendo bebés, sigue con sus ciclos lunares. Las características cíclicas de su cuerpo le otorgan el papel de último guardián (dotada de lenguaje que no poseen los animales) de un contacto vivido con los elementos naturales de la tierra.

Es un drama tremendo esta pérdida del contacto profundo con la esencia por gran parte de los seres humanos. Dejan de cantar, dejan de bailar, dejan de ver sin gafas, dejan de sentir la piel, dejan de tener tiempo para vivir desde dentro. Y afecta a los chicos primero, porque ellos son los criadores dinámicos de este proceso desde las conquistas. Ahora las madres son criadoras de los chicos: este proceso se manifiesta desde fuera por la sumisión de la mujer. Pero tenemos que recordar siempre que la sumisión y el abuso de lo femenino se sostiene desde dentro en cada uno de nosotros sea cual sea nuestro sexo.


El poeta Rilke dijo que «El único viaje que se hace es dentro de uno mismo». ¿La danza podría constituir una manera de iniciar este viaje al abrirnos las puertas sensoriales de nuestro cuerpo?

Por supuesto, pero es arte.
Más allá de la terapia, este viaje empieza cuando uno abandona la necesidad de aprobación y cuando se pone al servicio de algo más grande que uno mismo. Así, podrá llegar hasta el punto de romper la ilusión dual entre lo externo y lo interno.

¿Cómo una experiencia sensorial puede llevarnos a una experiencia espiritual?

Quizás la palabra «espiritual» es complicada de asumir porque tenemos ideas diferentes en el mundo sobre lo que significa «espíritu». Yo prefiero hablar de sabiduría y del «duende»: son cosas que nunca se dejan atrapar y que uno nunca puede explicar.

¿Cómo? Haciendo el viaje por sí mismo. Al igual que todos los viajes, nunca hay garantías y no sabes dónde ni cómo ni cuándo vas a llegar. A veces, ni siquiera hay garantía de que se vaya a llegar. Esta actitud de renuncia ante un resultado es indispensable para estar disponible para el misterio.

Luego, hago hincapié en que sin disciplina no hay libertad; sin libertad no hay presencia, y sin presencia no hay danza. Uno necesita equilibrio entre los dos polos para anclar su presencia en el centro.

¿Cómo la exploración de esta vía artística puede ayudarnos a atravesar nuestros miedos, bloqueos y sombras reactivados por el período actual?

Porque el cuerpo nunca miente. Podemos expresar lo que somos, y mirarlo que expresamos. Más allá, podemos aprender a imprimir y no solamente expresar. Sentimos algo que no es una emoción, es un canal del soplo de una calidad universal. Después tienes que invertir los procesos de la misma manera que inspiras después de expirar. Así empezarás a imprimir un vocabulario personal que te permitirá manifestar esta calidad universal. Luego, todo lo que provendrá de dentro y todo lo que se manifestará fuera nunca serán separados. Una canción en el tango ilustra muy bien este proceso:

«Primero hay que saber sufrir
Después amar, después partir
Y al fin andar sin pensamiento
Perfume de naranjo en flor
Promesas vanas de un amor
Que se escaparon en el viento.»

Palabras de “Naranjo en flor” de Roberto Goyeneche.

No solo tendrás que atravesar tus miedos sino los miedos de todos los seres humanos. No puedes separar tu existencia del cosmos. Pero te puedes liberar del ego mientras bailas y desbloqueas las energías. Y aunque no estés bailando, se trata de seguir conectado con esta inspiración que te guía en la vida cotidiana.

Finalmente, también puedes utilizar la danza de forma hábil para los estudios de casi todo lo que aprendemos: matemática, canto, respiración, comunicación, arquitectura, medicina, psicología, sociología… Bailar te ayudará siempre a atravesar todas las etapas de tu vida.

Según Joan Shinoda Bolen «un círculo de mujeres es un espejo multifacético en el que cada mujer se ve a sí misma reflejada». ¿Cómo la sanación individual en la danza permite la transformación colectiva?

Esto se produce con los círculos pero también con muchas otras formas. Cualquier grupo de seres humanos en una dinámica saludable tiende a producir una sabiduría natural. Es verdad que las mujeres juntas tienen naturalmente cierta facilidad para crear -por tiempo limitado- un mandala de sabiduría entre ellas que cura y libera a los individuos presentes y, a veces, a distancia.

El círculo es una forma potente de experiencia pero hay que abrirlo para no aislar el grupo en un proceso cerrado. Hay muchas maneras de abrir el círculo y experimentar geometrías que permiten enriquecerlo con estrellas, espirales y flujos por ejemplo. Reconozco que trabajo mucho en círculo pero hay que estar atentos a la tendencia de encerrarse en un círculo autocomplaciente.

¿Qué características y/o valores del budismo o de la sabiduría oriental impregnan sus bailes?

Poco a poco he ido utilizando todas las enseñanzas del budismo tibetano para mi propio entrenamiento. Entre las cuatro nobles verdades 12, la verdad del sufrimiento y la verdad de las causas del sufrimiento han constituido el punto de partida. Luego, he ido utilizando los deseos de la felicidad para todos los seres. Después he bailado las «Paramitas» que representan cualidades que permiten «pasar al otro lado»: generosidad, disciplina, paciencia, perseverancia, concentración y sabiduría.

Utilizo la meditación, los mantras, los ejercicios de intensificación de los sentidos, el mundo de los sueños. También me dedico a la invocación del poder de las Dakinis de Sabiduría a través de rituales de danza que he creado y que jamás se repiten dos veces de la misma manera.

¿Cómo la danza le ayuda a permanecer en la vía artística saliendo de la división profesional/personal/espiritual?

Yo creo que este es el punto más complicado. Mi respuesta sería que me salvó el budismo. Si no hubiera descubierto estas prácticas profundas y si no les hubiera dedicado tiempo, no tendría la capacidad de soportar el mundo en general, y mucho menos las contradicciones entre las exigencias de una sociedad materialista y mi propia intuición.

En 2012, publica su autobiografía, La voie qui danse (Ed. François Bourin), en el que describe su modo de vida entre práctica del Budismo y de la Coresofía.

¿Cree que la transformación se opera primero en el cuerpo para luego pasar al alma y, finalmente, al espíritu?

La transformación es un proceso que consiste en «desnudarse» y abarca todo el ser. Hay que conocer su sombra, hay que abandonar la distracción pero siempre cultivar el humor.

Al final, no queda «algo» que puedas encerrar en palabras como «alma» o «espíritu». Si hablamos de manera simple, tienes un cuerpo al principio, en el medio y al final del camino. No hay división entre el cuerpo y la mente, el cuerpo perturba la mente, la mente enferma el cuerpo. Y lo opuesto, la postura clarifica la mente; la presencia al soplo y la gestión de la mente en los movimientos puede curar el cuerpo. En algunos momentos tenemos que trabajar físicamente, mientras que en otros necesitamos clarificar nuestra mente. Depende de la persona y del momento pero el resultado es un estado simple de ser, de regocijo.

Bailar sería una manera de alcanzar este absoluto, del que hablan los Upanishads 13, como de una «presencia-conciencia-felicidad pura» (sat-cit-ânanda)?

Shiva Nataraja (Rey de la Danza) está en el origen de la vida.
Las Dakinis de sabiduría Vajrayanason Bailarinas del Espacio de la naturaleza del espíritu.
Dado que el baile representa el estado más elevado de conciencia despierta es hora de que bailemos.
La vida no se puede explicar, exige que la pruebes.
En cada ser humano se alberga todo lo que necesitamos.
La danza es la forma que toma la música de los cuerpos.
La danza revela la luz que nos compone.

Entrevista a Yumma Mudra: un viaje iniciático hacia lo sagrado a través de la danza (la Coresofía), del movimiento y de la sanación de la energía femenina.

Notas/Notes

  1. Luc Bigé en El Pergamino Magnífico se refiere a esta visión: «Naturalmente, la creencia dominante de un cuerpo mecánico, heredada del ideal del cuerpo-máquina de Descartes, orienta la búsqueda hacia un camino estrictamente físico y bioquímico, donde un gen produce una proteína que genera, a su vez, una función. Esta visión de la conciencia es sumamente limitante a la hora de entender la naturaleza humana que se ve entonces cosificada, reducida a un autómata, sin duda complejo y sofisticado, pero sin «alma».
  2. Jean ShinodaBolen, nacida en 1936 en Estados Unidos es doctora en medicina, psiquiatra, analista junguiana, así como escritora y conferenciante internacionalmente conocida que extrae fuentes de experiencia de la espiritualidad, el feminismo, la psicología analítica, la medicina y lo personal. Es autora de Las Diosas de cada mujer, El millonésimo círculo, etc.
  3. Las grandes antecesoras son Inanna e Ishtar, diosas sumerias y arquetipos de esta Diosa Madre.
  4. Las Dakinis prevalecen en el Budismo Vajrayāna y, particularmente en el Tíbet y los Himalayas, han sido consideradas de temperamento agresivo o volátil, actuando algunas veces como musas (o aspectos de inspiración para prácticas espirituales). Las Dakinis son formas femeninas energéticas, que evocan el movimiento de energía del espacio. Wikipedia
  5. Las Danzas de Carácter, aunque provengan del folclor, se insertan dentro de la estética del ballet.
  6. El Kabuki es una forma de teatro japonés tradicional que se caracteriza por su drama estilizado y el uso de maquillajes elaborados en los actores.
  7. El baile gitano indio Kalbelia es un baile folklórico del estado de Rajasthanpraticado por las mujeres de la casta india sapera.
  8. La ópera china es el nombre que recibe el teatro tradicional en China.
  9. Baile sagrado de Tibet.
  10. Técnica de meditación en movimiento.
  11. Alphonse Victor Marius Petipa (Marsella, 11 de marzo de 1818 – Gurzuf, 14 de julio de 1910) fue un coreógrafo, maestro de ballet y bailarín francés, radicado en la Rusia imperial y renovador del estilo. Wikipedia
  12. Las Cuatro Nobles Verdades son el fundamento de la filosofía budista y marcan de hecho la iluminación del Buda. La primera noble verdad, la verdad del sufrimiento, debe ser entendida; la segunda verdad, la verdad del origen del sufrimiento (o el deseo o la avidez), debe ser abandonada; la tercera verdad, la verdad de la cesación del sufrimiento, debe ser realizada; y la cuarta verdad, la verdad del sendero.
  13. Los textos sagrados Upanishads constituyen el conocimiento teórico de los Vedas y enseñan la Verdad última (llamada Brahman) y las soluciones para acceder a ella con el fin de liberarse del sufrimiento interior.

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