En el 2017, tuve la oportunidad de viajar al noroeste de Argentina y sumergirme en las culturas indígenas coya y tilián. Además de conectar con las creencias sincréticas de estas comunidades indígenas, sentí una muy profunda sintonía con el sagrado femenino y llegué a una mejor aprehensión de la polaridad universal entre los principios femenino y masculino. Estas culturas piensan que la esencia de lo femenino es el alma del mundo y siguen honrando a la Gran Diosa. En los tiempos que vivimos, es imprescindible explorar la naturaleza de lo femenino para poder reconocer su papel esencial en la transformación de los seres vivos.

La Pachamama: resignificar lo masculino a través de lo femenino sagrado

En el noroeste del país, el mes de agosto marca el inicio de los rituales de la Pachamama. Aromas de incienso, fragancias de plantas sagradas van invadiendo y perfumando el aire, creando una atmósfera mística que hace posible el acercamiento de lo visible y de lo invisible, a través de ofrendas que son la expresión de la gratitud y que permiten elevar el alma y la conciencia. Las celebraciones marcan la vida de los Jujeños en agosto pero se trata de un compromiso mucho más profundo hacia la naturaleza y su identidad.

Las personas se reúnen con sus familias o amigos y comienzan por la “sahumada” para purificar y armonizar el hogar. Este ritual se puede iniciar en el centro de la casa, recorriendo todas las habitaciones con incienso y plantas, o fuera. Luego se chaya, se hace un agujero en la tierra y se colocan flores y velas. Cada persona se arrodilla y ofrece a la tierra platos y bebidas preparados para la ocasión.

Proveniente de la cultura andina e inca, este culto y ritual de ofrendas a la Tierra Madre tenía como objetivo, en su origen, asegurarse una buena cosecha ya que la Pachamama simboliza la fertilidad y la abundancia en la cosmovisión andina. El término “pacha” designa, tanto en quechua como en aymara, un todo universal compuesto por el espacio y el tiempo. La Pachamama es también una divinidad protectora de las montañas, de la naturaleza, de los viajeros y se celebran estas ofrendas en cualquier lugar (sin necesidad de templo). Es por extensión la Diosa de la Vida, de la creación y de la sanación y su culto va asociado con una vivencia espiritual conectada con lo femenino sagrado simbolizado por la naturaleza, las mujeres y las comunidades, basado en la ética, la ecología y la hermandad.

Cosmovisión sagrada y mitología matriarcal

Esta cosmovisión sagrada nos remite a la mitología matriarcal que existió antes del surgimiento del concepto de religión (masculina) en la Vieja Europa: una Gran Diosa símbolo de la naturaleza, de la fertilidad, de la abundancia, de la paz, de la creación (y destrucción) destronada progresivamente por las religiones hebrea, católica y musulmana que marcaron el advenimiento del modelo patriarcal y la desaparición de los derechos de las mujeres. Una dualidad de la que estamos saliendo desde hace muy poco según la concepción andina: en efecto, desde la perspectiva de las comunidades indígenas hemos entrado desde los años 90en el ciclo de la pacha cuti (la vuelta) que permitirá reequilibrar todas las fuerzas y energías en vigor. Este despertar de la energía femenina se está produciendo, por primera vez, de forma global y colectiva pero tan solo es el inicio, a mi parecer, de un proceso en el que cada mujer ha de tomar conciencia individualmente de la responsabilidad de sus pensamientos, emociones y actos para transformar todas las creencias y estructuras establecidas hasta ahora. Esto será posible si se produce una fuerte reconexión consigo misma para poder transmitir nuevos valores en el seno de la familia y a nivel de la sociedad.

La Pachamama simboliza también la integración de la dualidad en nuestras vidas cotidianas: espacio y tiempo, luz y sombra, mujer y hombre, vida y muerte, etc. Energías duales equilibradas que se complementan para crear vidaen todos sus aspectos. Un concepto que se aleja de los dogmas porque más que creer, se trata de vivir y ser consciente de formar parte de la experiencia sacando aprendizajes de ella. “No solo agradecemos la Tierra madre en agosto. Durante todo el año quemamos, hacemos círculos, nombramos sitios sagrados, sahumamos y ofrecemos hojas de coca como ofrenda a la tierra y a nuestros espíritus”, añade Carolina, presidente de la comunidad Pueblo Tilián. Aplicar parámetros occidentales para tratar de entender las estructuras indígenas y el lugar del liderazgo femenino nos ofrecería una visión truncada de su realidad.

Energía femenina: factor del cambio social y político y de la transformación interior

Al ser generadoras y transmisoras de vida, de amor y de espiritualidad, las mujeres indígenas son más conscientes de su rol en cuanto a la preservación del altruismo, de la hermandad, de la solidaridad pero sobre todo de la complementariedad entre géneros. Es muy diferente de nuestra noción de paridad porque su concepto de complementariedad se ve coloreado por este matiz muy espiritual: la complementariedad y el equilibrio entre lo femenino y lo masculino es el germen de vida que ha de aplicarse a todos los niveles de la existencia, es un principio mucho más holístico que el nuestro.

Por último, la celebración de la Pachamama se inscribe en la esfera de las reivindicaciones universales para la supervivencia de la tierra y de la humanidad. Dicho ritual conlleva una significación más profunda al simbolizar no solo la reivindicación de sus raíces y el respeto a la naturaleza sino también una oposición evidente al gobierno actual, provincial y nacional, que trata de vaciar esta fiesta de su esencia presentándola como una mera tradición folklórica.

Lo sagrado femenino: la Pachamama

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